¿Qué es una beca señor Wert? Pregunto
después de todo el revuelo que se está montando en este país en torno a un
número: 6,5.
Pues yo lo tengo muy claro
porque he disfrutado de ella en mi vida estudiantil. Para mí, señor Wert, la
beca significaba poder estudiar una carrera universitaria, era la ayuda que
venía cada año si aprobaba para poder seguir pagando el piso, los libros, los
gastos de transporte y la comida mientras duraba mi vida universitaria.
Era una ayuda, un apoyo
económico para sufragar mis estudios mientras además, procuraba trabajar en
verano o vender cosméticos a domicilio para que mis padres notaran lo menos posible
el desembolso que suponía mantener a una hija fuera de su casa.
¿Era la beca el dinero que me
gastaba para comprar el último CD de Alejandro Sanz o un antojo de “niña de
papá”? No. Era lo que me permitía cenar noche sí, noche también un sándwich de
atún, lo que me mantenía a base de macarrones con tomate y tomate con
macarrones o lo que hacía que comprara libros de segunda mano para que fueran
más baratos.
Pero, ¿sabe qué señor Wert?
Que yo, hija de albañil y de ama de casa, tengo dos licenciaturas
universitarias y desde hace unos años, no sé si a su pesar, engroso las filas
de los profesores de la enseñanza pública que creen que la educación debe ser
algo más que leyes a merced de políticos ineptos. ¿Y sabe otra cosa? Que yo,
como usted soy socióloga pero que yo, a diferencia de usted, estudié con una
beca.
No entiendo cómo puede tener
la insolencia y la poca Wertgüenza de sentarse ante los medios de comunicación
y soltar por la boca todas esas sandeces. Usted, tan educado, tan políglota,
tan brillante como es. Tan soberbio y tan alejado de la sociedad. ¿Sociólogo?
¡Ja!. A no ser que quiera hacer un estudio sobre cómo joder a los estudiantes
en todas sus narices y ver la reacción que tienen, yo la verdad que no lo
comprendo.
Y por fastidiar, da por todos
sitios. Las reválidas, la eliminación de la Educación para la Ciudadanía
(asignatura que he impartido y a la que no le he visto ningún atisbo de
ideología de izquierdas), la educación divisoria por sexos, la disminución de
poder del Consejo Escolar, la religión contando para nota, el aumento de tasas
universitarias, la reducción del presupuesto en educación y ya, finalmente, el
aumento de la nota para obtener beca. ¿Usted está “fumao” o se le ha ido la
olla?
La verdad, no lo entiendo. No
comprendo cómo un hombre proveniente del antifranquismo (pertenecía a un
partido que se llamaba Izquierda Democrática), puede llegar a ser más
franquista que aquél que está en el Valle de los Caídos. Bueno, a no ser que
por su tendencia academicista quiera demostrar la teoría de George Orwell en “Rebelión
en la granja”. Claro, nuevamente he caído en el error de no saber que usted se
encuentra investigando sobre la Sociología de la Educación. Weber, Marx, Comte
o Simmel quedarán en un segundo plano después de su aportación a la Historia de
la Sociología. Y los demás no lo entendemos, qué pobres de mentes somos.
¡Y qué pena ser también “pobre”
a nivel económico!. Pobre, esa palabra que dice que es “antigua”. Desde luego,
¡qué moderno es usted! Y qué bien viste de Armani siempre. Es que va dando
ejemplo allá por dónde va: bien vestido, bien hablado, bien formado y bien
arrogante que es.
¡Ah! Se me ha olvidado
comentarle que soy andaluza. Creo que también me tiene que enseñar a hablar
bien castellano, porque ¿sabe? De vez en cuando, tengo la costumbre de comerme
las “s” y cortar las palabras. Que el acento andaluz es de la España de
pandereta, no la que usted pretende construir, ¿verdad?
Y lo reconozco, también me
tiene que enseñar a rezar. Hace tanto que hice la comunión, que ya confundo el
catecismo con la Constitución española y si me saca del Padrenuestro, me pierdo
un poco. ¡Sí padre, soy pecadora!
Pero pese a todo, déjeme
decirle –en plan políticamente correcto- con todos los respetos que se pueden
deducir de la expresión “hijo de puta”, que no quiero para mis alumnos y para
mis hijos la educación que usted propone. Me niego a aceptar de brazos cruzados
que los estudiantes cuyas familias son humildes no puedan estudiar una carrera
universitaria, por un rastrero 6,5. ¿A que sus hijos y los hijos de sus amigos
no necesitan esa nota y pueden estudiar en una Universidad privada? Ni siquiera
saben para qué sirven las becas, y usted por lo que está demostrando, tampoco.
Pero señor sin-Wertgüenza, piense
un poco. Los sobresueldos de sus colegas de partido también pueden utilizarse
para mandar en avión al niño a Yale o Harvard en primera clase. Y cuando
terminen, además de casarse con alguien de su “clase”, serán doctores en no sé
qué rama científica. Bueno, sí lo sé. En cinismo, maldad, clasismo, soberbia,
insolencia y fascismo. En todo eso, señor Wert es usted Doctor Honoris Causa.
Pero no piense que su trono
será eterno. Va a salir más pronto que tarde de ese sillón al que nunca debió
llegar. Mientras prepara su maleta, espero que no tengan que dejar de estudiar
el 40% de estudiantes universitarios que se estiman que tienen beca y que no
llegan al maldito 6,5. Porque si fuese así, usted será el responsable de
generar desigualdad en la sociedad española, de volver treinta años atrás y de
limitar la educación a unos pocos, como ya lo ha hecho con el 21% de IVA para
acceder a la cultura. Se le cargará que tengan que emigrar científicos,
investigadores y jóvenes más formados que usted a cualquier país donde quieran
acogerlos. Le señalarán con el dedo todas aquellas personas que de una forma u
otra, serán expulsadas del sistema educativo y sólo porque han tenido la mala
suerte de toparse con usted en el Ministerio.
¡Qué pena señor Wert! Usted, tan
completo en todos los aspectos y que le falten dos cosas que tienen las
personas perjudicadas por sus decisiones: Humildad y Dignidad.