¡Política! Qué palabra más bonita y qué denostada en la
actualidad. Esa rama pseudocientífica que se dedica a resolver los problemas
sociales colectivos y que trata de promover el bien común. Proveniente de la
Antigua Grecia, utilizada allá donde por el siglo V a.C. se inició el periplo de
eso que llamamos democracia. ¡Tantos años para llegar a esto!. Para que muchos
crean que la democracia consiste sólo en depositar una papeleta con listas
cerradas en una urna. A veces, también piensan que se trata de un cheque en
blanco que permite a esos que se llaman a sí mismos políticos, hacer y deshacer
a su antojo. ¡Ay, democracia! Si Pericles levantara la cabeza.
Si viese que la voluntad hacia el servicio público ha dejado
paso al interés personal o que los políticos no son los mejores, sino los más
disciplinados del partido, los que han visto en la política una forma de
ganarse la vida, como el que es arquitecto o peluquero.
Y es que hoy día, en este país triunfan los chicos y chicas
de partido. Personas que se han dormido de niños con el himno partidista y con aplausos
al líder cuando salía en televisión hablando en ese tono que caracteriza a los
políticos en campaña electoral.
Afiliados desde que tenían los dientes de leche, son
individuos que jamás han cotizado a la Seguridad Social por un trabajo distinto
al de la “política”. Porque esa es otra. En eso se ha convertido nuestra tan
querida política, en una profesión. Una labor para la que no se requiere unos
estudios, ni para la que se necesita saber idiomas o demostrar la habilidad en
la gestión administrativa ni personal. ¡No importa!. También siempre se puede
acreditar los estudios una vez iniciada la carrera política, tardemos diez o
doce años en sacarnos el título. Entre pleno y pleno, nos miramos los apuntes
por encima, y va que chuta.
Pero, supongamos que uno quiere ser Chico o Chica de
Partido. ¿Qué requisitos ha de tener entonces un político para ascender dentro
del partido? Pues literalmente, ha de matarse por él. Las siglas se deben
llevar por bandera, por delante de cualquier ciudadano e idea política, todo
por defender al partido. Hay que asistir a los mítines de los líderes exitosos
del momento, sea donde sea y a la hora que sea. Sólo hay que tener tiempo,
dinero para gasolina, una buena posición entre el público y aplaudir hasta que
nos piquen las manos. Y el elogio que no falte y si puede ser, refiriéndose
despectivamente al contrincante político, mejor que mejor. “¡Así se habla!,
¡que vengan ahora los otros, que están todos calladitos!.
Otro requisito que debe tener un buen chico de partido es manejarse
en un deporte propio con una única regla:
dar codazos. Estar siempre atento a quién pueda estorbar, quién pueda ser una
mosca cojonera que nos impida ascender y, más o menos disimuladamente,
quitársela de en medio. ¡Una menos!.
Y hay que tener un don especial que sólo tienen los chicos y
chicas de partido. Se debe estar en el momento adecuado y a la hora señalada
pero, sobre todo, con la persona propicia que garantice laureles y peldaños
dentro del santuario, el Partido. Ahora, ya con mayúsculas.
Todo este esfuerzo va teniendo sus frutos. Despachitos con
aire acondicionado, consejero de no sé qué empresa pública, gerente de un
gabinete impronunciable, gestor de un ente extraterreste, etc. Puestos que ya
nos da una idea de que el chico o la chica de partido promete.
El tiempo pasa. Pero rápidamente, y debido a su gran valía y
determinación, nuestro chico o chica va cogiendo caché entre los compañeros de
partido. Eso sí, unos dan más sombra que otros, por lo que se arrimará al que
más comodidades ofrezca. Y de este modo, engrosará listas electorales, cogerá
cargos internos del Santuario y de vez en cuando, logrará salir en
prensa. ¡Atención! Esta es la prueba definitiva que nos faltaba para saber que nuestro
chico de partido tendrá una carrera meteórica.
¡Ah! Se me olvidaba. Fundamental es también asegurarse de
que cuando haya fotógrafos esté colocado estratégicamente al lado del líder, o
que se dirija a él en el momento preciso en el que están grabando los de la
tele. Que viste mucho eso de que los vecinos de toda la vida lo vean codeándose
con la crème de la crème.
Y de este modo, nacen personajes como Antonio Sanz, Bibiana
Aído, Ángel Carromero, o la que dice
estar muy emocionada por su presentación a primarias del PSOE andaluz, nuestra
archiconocida y carismática, Susana Díaz.
Personas que se deben al partido por encima de la
ciudadanía. Que no han hecho otra cosa en la vida que ser súbditos de un
organigrama y del líder del momento. Que han tocado las castañuelas a quién
debían en el momento que tocaba. Que no son representantes legítimos del pueblo.
Que las palabras mérito, capacidad y transparencia no están en su diccionario
particular. Que son, en definitiva, el reflejo de la decadencia política que
sufre este país en la actualidad.
La Política se está marchitando. Y pide a gritos a personas honradas y comprometidas que la rescaten del pozo en el que está. Que su
práctica vuelva a ser un honor, un servicio público que se presta por el bien
común y no un enjambre de confabulaciones, corrupción y especies trepadoras que
tienen en el poder su único timón para hacer de la política su modo de vida y
el de sus familiares y amigos.
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